sábado

El día que me reconcilié con Madonna

Como mucha gente de mi edad, la aparición de Madonna en el mundo musical fue un aire fresco, nuevo, rebelde. Estabas saliendo de la infancia para comenzar una adolescencia y la música era un medio, junto con los libros, de expresión, de entender el mundo, de entenderte a ti misma. Ella ocupaba un espacio más junto con otros, muchos de ellos ya consagrados, otros comenzando igual que ella. Oías la radio sus canciones, las pocas que aparecían. Veías los pocos programas de TVE que hablaban de música y que tenían un apartado para la música internacional. Todo por buscar una forma de expresión a esa nueva vida que comenzaba con tu nueva edad. 

Se puede decir muchas cosas de Madonna, a favor y en contra, pero nadie debería ser tan cerrado de mollera de no reconocerle lo que fue en su momento y cómo ha sabido ir evolucionando para seguir ocupando un espacio en el mundo de la música de primer orden. Cierto es que ya no sabes si Madonna es un producto de marketing o qué exactamente, pero también es bien cierto que en el mundo que vivimos el que no sabe venderse no dura demasiado, y mucho menos en el mundo musical.

Dentro de su evolución, llegó un momento que me cansé de ella, de lo que quería representar, de su mensaje. Me parecía todo tan absurdo que simplemente dejé de oír su música, de interesarme por su trabajos. Era como que Madonna había dejado de ser ella, aunque fueron esos años donde más boom a su carrera hubo, seguramente.

Un día me volvió a sorprender, fue el día que me reconcilié con ella hasta el punto de querer ir a verla en directo y no paré hasta conseguirlo, inolvidable: Confessions Tour me dejó sin palabras.




Me es igual lo que se pueda decir de ella, me es indiferente la polémica que siempre se suelta de si canta o no en directo (francamente, no; o no todas las canciones) lo cierto es que con este trabajo demostró quién es ella realmente y que sabe resurgir, reinventarse para seguir en el candelero.