viernes

Estar consciente

De siempre he tenido el gran placer de disfrutar de la lectura nocturna. Ante todo porque viviendo en una casa llena de ruido, el momento donde todos están durmiendo es el momento donde empiezas a vivir y a disfrutar de tu espacio. Mi hobbie más de una vez fue un quebradero de cabeza para mis padres, cuyas facturas excesivas de luz no siempre eran compensadas por el amor que podían tenerme. Pero yo me mantenía, aunque fuese poniendo velas para poder seguir disfrutando de ese silencio, de mis lecturas, y de la absoluta falta de ruido, donde los sentidos se pueden agudizar, el pensamiento va más rápido y puedes disfrutar de tu propia esencia.

Muchas cosas han pasado desde mi adolescencia, pero hay cosas que espero que nunca cambien. Y otras, son una alegría comprobar que no sólo cambian sino que es para mejor.

Pensaba encontrarte en otros cuerpos, en otras caras, en otros labios y en otros abrazos. Hace ya cuatro años que sólo he perdido tiempo, paciencia y ganas de encontrarte. Cada uno de aquellos abrazos no sólo eran insípidos sino que algunos de ellos eran lo previo a la apuñalada que iba a venir. Labios que no me decían nada, labios que sólo hablaban desde la hipocresía de gente desesperada que para que apaciguara su soledad pretendían hacerme creer que yo valía algo a sus ojos. Miradas sin ningún mensaje, o lo que era peor, un mensaje de desesperación por sus pasados, esperando que acallara sus conciencias. Cuatro años de errores, buscándote en lugares vacíos, gente llena de dolor y con heridas sangrantes, desesperados por mitigar su propia miseria. En realidad, personas llenas de miedos e inseguridades que viven creyendo que el resto de personas están a su servicio, como una ONG.

Todo cambia, y ¡¡menos mal!! Para ello necesitas dar pasos diferentes, retroceder por donde te habías perdido y te estabas encaminando a golpearte y caerte, nada más.

Te he escuchado respirar profundamente. Supe que era el momento. Encendí la luz, la puse de tal manera que no pudiera molestarte. Estiré mi mano hacia el libro de turno. Respiré profundamente, y lo abrí por la página adecuada. Pasaron minutos enteros en silencio, sólo rotos por tu respiración. Me quedo quieta para no despertarte. Te giras y tus brazos me rodean. Un beso entre sueños, una sonrisa y el peso de tu cabeza en mis hombros. Te rodeo con mi brazo, mientras el otro sigue sosteniendo el libro. Ahora tengo que tomar la decisión de seguir abrazándote o pasar página. Y así me quedo, porque no quiero moverme por si te despiertas. De repente, abres los ojos somnolientos. Vuelves a sonreír. Me dices en un murmullo: "Léeme algo". Te miro, tus ojos me responden como si supiesen que lo estoy haciendo. Y ahí está, no es una ilusión, es totalmente real. Eso es lo que yo quería. Algo tan simple, tan sencillo. La paz. La paz de tu mirada. Acerco el libro al brazo que te rodea, paso página y me decido a cumplir tu deseo: "Estar vivo es exclusivamente estar consciente", dice LeClézio.